23 abr 2009

El riesgo de la belleza

Día de Sant Jordi y mirando por la ventana en vez de escribir; no hay nada atrasado y todavía no es hora de ir al gimnasio... habrá que ponerse a hacer algo digo yo, ¿no? Adam Smith diría que soy un problema para la sociedad si no produzco nada en absoluto durante más de treinta segundos, así que quizás vaya siendo hora de ponerse...

Apostando al riesgo: Guardiola y el tr
iunfo de la belleza

Escribo esto a riesgo de que la temporada del Barça, maravillosa hasta la fecha, termine en desastre si no se gana nada. Y lo hago precisamente por aprecio a ese riesgo que significa, en el fútbol de hoy, apostar por la calidad, por el toque, por las ideas de los jugadores más allá de movimientos prediseñados. Por apostar, en definitiva, a todo lo contrario a lo que apostan muchos técnicos (algunos de gran renombre, la mayoría mediocres), que creen que los resultados serán mejores si se encierran atrás y sacan el balón al patadón.
















Hay que separar, desde el primer momento, la solidez y el orden de la mediocridad. El Milan de Sacchi era orden puro, solidez 100%, y sin embargo jamás fue mediocre; siempre sabían lo que hacían, todo lo que ocurría sobre el terreno de juego tenía un sentido claro. El espectador en todo momento tenía la sensación de que lo que estaba viendo no respondía al mero azar. Lo mismo cabe decir del primer Chelsea de Mourinho, por ejemplo. En contrapartida, la España campeona de Europa era (es) un equipo que gustaba del toque y de la posesión... pero no era un equipo desordenado, todo lo contrario. Lo mismo aplica en el caso del mejor Barça de Rijkaard, posiblemente el exponente más claro de los últimos años de lo que es jugar bien al fútbol en todos los aspectos.

Mediocres son, pues, esos equipos que viven de cuatro recursos contados, que sólo ganan en caso de error del rival; ahora ya desde una óptica personal, quiero establecer ahí la línea que para mí marca el buen fútbol de lo mediocre, esto es, el esperar el error o el ir a provocarlo.

El fútbol es un deporte extraño, que vive de los problemas en vez de de las virtudes. Los equipos que ganan son aquellos que mejor se aprovechan de los errores del contrario; algunos, esperando atrás, esperando una distracción en un marcaje, un fallo en un pase que les permita crear una ocasión de gol elaborando lo mínimo posible; otros, los que desde mi punto de vista juegan bien de verdad, forzando el rival a perder el balón y la posición, presionando cuando no tienen la pelota y moviéndola rápidamente para descolocar a los defensas cuando la tienen.

Por alguna razón, a muchos entrenadores les parece que, a pesar de tener un equipo de calidad incontestable, vale más esperar al error rival (que obviamente se producirá, no hay otra, cuando se enfrentan a equipos de clarísima inferioridad) que ir a buscarlo. Sí, no tengo reparos en señalar a entrenadores a los que respeto por sus logros pero con quienes no comparto la filosofía para nada, como en el caso, paradigmático, de Fabio Capello (que ha hecho del libreto defensivo su "leitmotiv" como técnico), o del Juande Ramos del Madrid 08/09. No puedo entender cómo Capello, teniendo una Juventus como la que tuvo entre 2004 y 2006 (Nedved, Del Piero, Ibrahimovic, Trezeguet, Emerson, Vieira... ¿sigo?), no dio más que clases de aburrimiento en Turín, por poner un ejemplo relativamente próximo.

Así, podemos contar con los dedos de las manos los entrenadores que han aportado algo nuevo al fútbol, arriesgándose por ello; Rinus Michels y la concepción del fútbol como una sola fase, once contra once los noventa minutos, y no como un cinco contra seis en fase ofensiva y un seis contra cinco en defensiva; Arrigo Sacchi aplicando conceptos si no nuevos individualmente, sí revolucionarios en su conjunto (presión, achique, estrategia del fuera de juego...); Johan Cruyff entendiendo este deporte como un juego... y entendiéndolo mejor que nadie; Helenio Herrera y sus teorías extrañas; la revolución del Arsenal de Herbert Chapman en un fútbol auténticamente prehistórico. Hay un etcétera... pero breve, demasiado breve, preocupantemente breve.

Como en todo lo humano, abunda la copia y la mediocridad, que supera en muchos enteros a la creatividad y el riesgo de lo nuevo. Por eso uno no puede más que sentirse feliz ante el riesgo que toma Guardiola en un momento histórico del fútbol en el cual se evoluciona hacia el físico y la intensidad por encima de la técnica. Por eso es tan especial el Barça del técnico de Santpedor: porque, con la selección española, representa un pequeño oasis de maravillosa técnica en un mundo donde la intensidad y la potencia están acabando con la visión de juego y la calidad.

Escribí hace mucho que no había ningún fútbol muerto. Y, si me permitís este detalle "autobombístico", creo que el Barça de Guardiola es la clarísima demostración de esta teoría.

PS: Feliç Sant Jordi!