10 may 2013

Radicalizarse

Han pasado una burrada de meses desde el último artículo. En este tiempo hemos visto grandes exhibiciones de fútbol y duelos tácticos tremebundos, hemos vivido emociones fuertes y algún que otro resultado histórico que ha hecho bastante daño. Centrándome en el club que suele hacer de eje de este blog, y más allá de las circunstancias sociales actuales (que darían, más que para un post, para un libro entero), quería hablar, aunque fuese brevemente, de lo que podría ser la próxima campaña del FC Barcelona.

No sin antes agradecer, por cierto, a Moren, autor del blog EUMD, que me haya motivado a escribir de nuevo gracias a este post.

Bueno, al lío.

Un viejo defecto

La debacle de Múnich fue muy dura. El escenario que dibujó era desolador: el Barça, sin la posibilidad de darle a Messi un buen contexto, se convirtió en un ente inoperante. Cuando el rival encerraba al argentino entre medios y defensas y le negaba la posibilidad de recibir en ventaja para poder desbordar, la producción ofensiva se reducía al cero absoluto. A ello se le añadía un problema grave; si el Barça no se mostraba suficientemente intenso y sus jugadores veían que las cosas no iban bien, el conjunto recorría a un viejo tic: tener el balón. Pero no tenerlo para crear ocasiones, no tenerlo siquiera en posiciones de ventaja.

No. El Barça acumulaba balón porque se sabía débil, porque no encontraba el camino hacia la portería contraria y porque, reteniéndolo, esperaba poder controlar el encuentro, bajar revoluciones y esperar que, en un momento de inspiración, apareciera una solución individual que lo rescatase todo. Es un defecto conocido, que ya se hizo visible en las dos últimas temporadas de Rijkaard, y que siempre viene dado por un patrón común: el desorden. El equipo no se ordena bien y no juega junto, con lo que le cuesta mucho recuperar la pelota; el rival supera la presión, los jugadores se ven obligados a correr hacia atrás y sufren. Las líneas se separan y el conjunto se parte, los delanteros presionan muy lejos de donde están los centrocampistas, los defensas retroceden intentando salvaguardarse... y logran el efecto contrario: quedar aún más expuestos.

El equipo entonces entra en pánico, y sólo hay un jugador a quien se pueda agarrar: Xavi Hernández. El de Terrassa entonces coge el balón y lo hace suyo, aun a sabiendas de que no logrará nada positivo. La posesión, arma teóricamente ofensiva por antonomasia, se convierte en todo lo contrario, en el gran recurso defensivo del equipo. Los otros futbolistas se relajan, y aunque el juego no mejore en absoluto, el menos el esfuerzo mental y físico es menor. Teniendo, además, a Messi, es probable que en un descuido del rival, en una falta en la frontal o en un mal achique, el argentino reciba y gane el partido él solo.

Pero el resultado, como suele ocurrir, no es más que un espejismo.

Radicalizarse en el modelo

Puntualizo: el modelo no es un nombre. No es un jugador concreto. Para decirlo a las claras, el modelo del Barça no es Xavi. Este equipo lleva escrito a fuego el nombre de Messi porque es inevitable que así sea, pero todo lo demás debe funcionar, todo lo demás debe tener sentido, y todo lo demás debe estar orientado a crear ventajas a partir de cualquier situación. Xavi de por sí solo, hacer que absorba posesión porque sí, no sirve de nada. Del mismo modo, fiarlo todo al desborde, a un momento de inspiración en un uno contra uno, es un error grave.

El aparente cambio generacional que pide la plantilla es un buen momento para explorar aún más, si cabe, las posibilidades del modelo. El juego azulgrana, como definía Guardiola en su famoso vídeo o como Dani Fernández explicaba en su excelente artículo, pide juntarse por dentro para resolver por fuera, pide tener superioridad en el centro del campo para controlar todo lo demás. Esto se puede lograr acumulando centrocampistas... o, mejor aún, asegurándose de que muchos jugadores pisen ese sector del verde. Como más futbolistas estén en disposición de implicarse en la creación, mejor. Como más jugadores puedan crear ventajas a partir de una conducción o de un pase, mejor.

No son los jugadores individuales (Xavi) quienes deben tener el balón: es el equipo el que debe tener el balón. Es el lateral que debe aparecer y estar dispuesto a acercarse a tocar para desahogar y obligar al rival a bascular. Es el extremo que debe bajar para arrastrar a su par fuera de su posición. Es el central que debe subir en conducción para dividir al contrario y permitir que alguien de su equipo reciba solo. Es incluso el portero que debe ser capaz de mandar un pase preciso que supere una línea de presión.

Es el todo lo que debe funcionar.

El Barça tiene ahora mismo una oportunidad histórica de profundizar, de radicalizarse aún más en su modelo: tiene la estructura de club, tiene la base de jugadores y tiene los recursos económicos necesarios para regenerar una escuadra de leyenda. Tiene también, y eso es importantísimo, la cantera perfecta para ello. Su masa social no espera otra cosa.

No es el momento, pues, de firmar estrellas que resuelvan partidos en base a su calidad individual: es el momento de firmar las piezas óptimas, siempre de máxima calidad, que nos permitan dar una vuelta de tuerca más en todas las líneas. Los porteros, zagueros, medios o delanteros cuyas características futbolísticas más encajen y más ofrezcan a un Modelo de Juego que se ha mostrado más que eficaz a lo largo de estos años.

La pelota está en el tejado de Zubizarreta.

PD: Quería hablar de los perfiles que yo considero necesarios para el equipo. Quizás en una próxima entrada: el verano será muy largo y hay mucho, muchísimo trabajo que hacer desde la secretaría técnica. Porque, aunque sea un tópico, ahora mismo no está en juego solo la temporada que viene: está en juego seguir dominando desde la excelencia en el juego o volver a caer en la mediocridad del pasado.