
La vida nunca es como uno se la espera, desde luego.
En el primer momento ya se vio que algo iba mal. Al principio, como suele ocurrir (gracias, Bill "comeros el Güindous" Gates), no reconoció el aparato; luego, tras instalar unos quince millones de drivers, finalmente se enteró de que lo que estaba enchufado en la salida USB no era un Doraemon cocainómano, sino algo que vagamente tenía una relación con la música. El primer paso estaba dado; mi fantástico PC tenía un nuevo amiguete con quien jugar a escondidas a cargarse el disco duro mientras yo me marchaba con el Doraemon... a jugar al mus, obviamente.

Después de solventar esta crisis con mi consabida entereza (sólo le di dos patadas a la CPU) y mi legendaria valentía (lloré desconsoladamente hora y media tras ver que tenía que rehacer toooda la personalización que había estado años desarrollando poco a poco), seguí adelante en mi propósito de convertirme en una especie de Bob Sinclar de pelo corto y enchufé los cascos.
No sé si os habéis puesto nunca unos cascos en las orejas, unos de esos de Dj que te aíslan completamente del mundo exterior. Es una sensación especial, similar seguramente a la que tienes cuando te explota un misil nuclear a unos milímetros del tímpano y te quedas sordo perdido pa los restos; no oirías ni a veinte mil fans del Liverpool celebrando un gol al Everton aunque estuvieras en el medio del meollo y con "sonotones" en las orejas. Así que para compensar, decidí enchufarlo a la ranura donde amablemente pone "phones" (sí, sí, "teléfonos"; eh, no me miréis así, yo no inventé el inglés...).

Así pues, una vez enchufados los cascos, pasé a la siguiente fase; intenté mezclar dos cancioncillas, nada especialmente difícil, Plastic People de David Penn & Dave Storm feat. Montilla (y Magdalena Álvarez, no te jode...) y People Sound, de Tony Martínez & Josepo (Pepín pa los colegas). ¿Adivináis lo que ocurrió? Apuesto a que no.
Id imaginándolo, que en la próxima entrega os lo cuento.
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