En un día de esos en los que el mundo te parece un lugar feliz, antes de comprarme "¡Qué presente impresentable!" del maestro Quino (libro buenísimo que recomiendo... eso sí, a todo aquel que no pase por una depresión, porque entonces ya le hunde), decidí buscar experiencias nuevas y resolví que la música me gustaba, que me gustaba mucho, y que algún día quería dedicarme con cierta atención a ella.
De eso hará ya tres años; digamos que, al cabo de 36 meses, ya iba siendo hora de que pusiera un poco en práctica la teoría que me había formado, ¿no?
Así que di el paso, y tras estar un mes ahorrando tooodo el sueldo, me compré una bonita mesa digital, un bonito plato con salida USB, unos bonitos cascos y un bonito par de altavoces pasivos. Todo, por unos bonitos 600 eurazos del copón.
Bien, digamos que hasta una semana y media más tarde no me di cuenta de que toda este "bonito" lote, al parecer, tenía que ser fabricado a mano, pieza por pieza, por los de la tienda; o al menos eso parecía, dado que al realizar el pedido te prometían que te llegaría en uno o dos días...
... tras dos semanas, empecé a tener la ligera presunción de que a lo mejor había algo que no iba bien, quizás el diseñador de las piezas una-por-una o el maquetista que se dedicaba a montarlas con cola de impacto se encontraban mal, puesto que un ligerísimo retraso de doce días sólo se solía ver en la RENFE en estos días...
Así que comencé a impacientarme, sólo ligeramente, sólo un poquitín, al cabo de las tres semanas, y entonces resolví empezar a llamar y a enviar e-mails; "tranquilo", me dijeron, "sólo pasa que no tenemos en stock uno de los cuatro elementos que nos has pedido, concretamente el plato, y por eso no te lo hemos enviado". Yo, como buen chico que soy, les dije muy educadamente que me enviaran el resto si eran tan amables, y tras esperar tranquilamente una semanita más, y siempre como buen chico que soy, les volví a llamar, les envié a alguna bonita parcela de terreno en algún lugar próximo al lavabo y les dije que lo iría a buscar personalmente, antes de que la barba, que no me había afeitado esperando el material, me llegara más allá de la cintura.
Así que me pasé tranquilamente por ahí, lo recogí educadamente, y me lo llevé a mi casa; todo, menos el plato, que al parecer debía estar hecho de uranio enriquecido u oro macizo o algo por el estilo, puesto que todavía no había llegado.
Así pues, con toda la ilusión del mundo, me puse a instalarlo todo...
Aún no sabía, desdichado de mí, las hermosas sorpresas que me esperaban... pero, como diría Cálico, nos ha pillado el toro, así que otro día será...
No hay comentarios:
Publicar un comentario