En la
última entrada, antes de las maravillosas pruebas físico-técnicas necesarias para el curso de entrenador (que espero pasar gracias a mi tremenda técnica, a mi espectacular físico y sobretodo gracias a mi
extraordinaria humildad), hablábamos del
Liverpool FC, de sus mejores tiempos y de su decadencia. Querría continuar este pequeño repaso a la situación del histórico club
red recordando los tiempos que siguieron a la renuncia de Joe Fagan en 1985.
Dalglish y los últimos años de gloria
Sin la posibilidad de competir en Europa debido a la ya mencionada prohibición de la UEFA, muchos de los grandes jugadores del Liverpool emigraron a otros clubes del continente. Ello sin embargo no pareció crear, en primera instancia, demasiados problemas al nuevo técnico del equipo, el entrenador-jugador
Kenny Dalglish. El escocés guiaría al equipo de Merseyside durante los seis años siguientes, hasta 1991, cuando, alegando razones de salud, dejaría su cargo. En ese tiempo, el Liverpool siguió siendo grande... pero
no tanto; en el palmarés de esos años quedarían tres Ligas (pero también la dolorosa
derrota en el último partido a manos del Arsenal en 1989), dos Copas (pero también el
extraño fracaso frente al Wimbledon en 1988) y varios trofeos menores más (aunque también la primera temporada en blanco en quince años, la 86-87).
La renuncia de Dalglish, sin saberlo, cerró de alguna manera el ciclo vencedor del Liverpool; en los próximos años, el equipo volvería a ganar títulos, pero los mayores honores locales y europeos les estarían vedados. A Dalglish le sustituyó
Graeme Souness, que sólo pudo vencer una Copa en 1992; después llegaría
Roy Evans, que en cuatro años apenas logró una Copa de la Liga y un subcampeonato copero. En 1998, el Liverpool decidió unir al francés
Gérard Houllier al equipo técnico de Evans, con tanto éxito, que Roy decidió marcharse en Noviembre. Houllier, ex seleccionador francés, quedaría como fijo en el puesto: era el primero que no guardaba relación alguna con la cultura del
Boot Room. Era, por lo tanto, la confirmación del
fin de una época en Liverpool.
Los "extranjeros" y la Liga prohibida
La primera temporada de Gérard Houllier como manager del equipo fue desastrosa; no sólo no se ganó ningún título, sino que además el equipo concluyó la temporada en una pésima séptima posición, quedando fuera de Europa. Los aficionados tuvieron que esperar a la 2000-01 para volver a celebrar un campeonato; en ese caso, por partida
cuádruple, pues el equipo, que ya contaba en sus filas con jugadores como Gerrard, Owen, Heskey o Carragher, venció en un mismo año la Copa, la Copa de la Liga, la Copa de la UEFA, y las subsiguientes Charity Shield y Supercopa de Europa. Sería el año más grande de Houllier, y probablemente el mejor del Liverpool hasta 2005.
Pero no tuvo continuidad. Al año siguiente, el Liverpool logró una segunda plaza en la Premier League. Y
nada más. Nada más, de hecho, hasta que otro "extranjero" que no tenía nada que ver con la cultura heredada de Shankly se hizo con los mandos del club en 2004: estamos hablando, lógicamente, de
Rafa Benítez, a quien todos conocemos bien. Benítez dio al Liverpool el éxito más grande de los últimos decenios, la recordada
Champions League de 2005, tras remontar un 3-0 de forma casi inexplicable, mágica, al Milan de Shevchenko, Pirlo, Kakà y compañía.
Pero su prometedor inicio se fue
apagando. A pesar de que el Liverpool pasó a ser uno de los más peligrosos equipos de la Champions, alcanzando otra
Final en 2007 (perdiéndola, esta vez, contra el mismo Milan), lo cierto es que no por ello su palmarés aumentó sensiblemente; la Premier seguía vedada, y el subcampeonato de 2009, con Torres como nueva gran estrella del equipo, no pudo ocultar las graves
desavenencias entre los nuevos propietarios del club, los "americanos" Tom Hicks y George Gillett Jr., y la afición. Después de cuatro años sin un título, y tras una decepcionante temporada en la que el Liverpool quedó relegado a posiciones de Europa League, Rafa Benítez dejó el club con rumbo al Inter de Milán en verano de 2010.
El "momentum" desperdiciado
Ese mismo verano (esto es, hará un mes y pico) hubiese sido un excelente momento para realizar una
catarsis en el seno del Liverpool: contra la desilusión de tanto tiempo sin una Liga (más de veinte años, de hecho), la situación era propicia para llevar a cabo una gran renovación, no sólo deportiva, sino también "moral". El Liverpool pasaba por unas circunstancias no muy lejanas a, por ejemplo, el Barcelona en 2003; un equipo desprestigiado, una afición deprimida, y una aguda sensación de descapitalización del club. La entidad catalana aprovechó las elecciones de ese año para revolucionarlo todo; la subida al poder de un joven presidente, Joan Laporta, trajo consigo la llegada de un joven entrenador, Frank Rijkaard, y a la vez, de jóvenes talentos, personificados en la persona de
Ronaldinho Gaúcho. Si algo lograron estas dos incorporaciones, especialmente la segunda, fue devolver lo más preciado a un club de fútbol: una
ilusión incontenible. El resultado posterior lo conocemos todos.
En el caso del Liverpool, esa oportunidad no se ha aprovechado. La llegada de
Roy Hodgson, un veterano técnico que venía de alcanzar la
Final de la Europa League frente al Atlético de Madrid (y de perderla, atención al nada nimio detalle en este caso), se ha visto más como una medida de
supervivencia temporal que como una apuesta firme y segura. Lo mismo puede decirse de los fichajes; en época de grave crisis económica y de enorme deuda, el club no ha apostado, como sería lógico, por juventud prometedora de bajo coste, sino por futbolistas más o menos veteranos, competitivos, pero tampoco especialmente destacables. El resultado hasta la fecha era el que se podía esperar; el juego del equipo no sólo no impresiona a nadie, sino que además cosecha resultados
mediocres, y la sensación generalizada es de
temporada perdida. No se ha renovado la ilusión: el mensaje mandado da a entender que la austeridad podrá con el fútbol, que no se apostará por recuperar la tradición ganadora heredada de Shankly.
El club parece navegar en aguas cubiertas de niebla, sin rumbo, sin objetivos. La realidad es que todo el mundo espera un
cambio de manos, el momento en que Gillett y Hicks vendan definitivamente la entidad a algún consorcio chino o un jeque árabe con más dinero que cabeza; y eso, obviamente, sólo confirma la sensación de "año perdido".
¿Qué hacer? Homenaje al TCM (II)
Como ya se hizo hará un tiempo con el
Atlético de Madrid (sin mucho caso por parte de un técnico excepcional como es Quique Sánchez Flores, por cierto), desde este blog se podría hacer una
propuesta "Total Club Manager". Es fácil, gratis, y estaría separada dos líneas del artículo en sí, dando a entender que los sentimientos más bajos del autor recuperan el control del blog...
Veamos: si tenemos en cuenta las necesidades actuales del club, tanto a nivel deportivo como especialmente emocional y... ¡eh!, ¿qué pasa? Ah, ¿que no hay
espacio ya? Jo, qué pena, yo que quería desfogarme un poco...
En fin, Blogger manda. Antes de irme, no obstante, quería ponerme un poco serio (dentro de mis limitadas capacidades) para recordar a alguien que nos dejó hace poco y que realmente merece algo más que una mera mención. Se trata de un hombre que muchos conocen por llevar
mochila y
bastón, pero cuya mochila auténtica iba cargada de ideales, y cuyo bastón de verdad, en el que se apoyaba, era la voluntad de un pueblo de reclamar su historia y sus derechos. Estoy hablando de
José Antonio Labordeta, escritor y cantautor, uno de los pocos
hombres auténticos que le quedaban a la política de este país, y por encima de todo, una persona que jamás olvidó ni
de dónde venía, ni quién
era.
Fotografía Dalglish: Virgin Media
Fotografía Houllier: Kotzot.com
Fotografía Benítez: The Sun
Fotografía Hodgson: El Enganche
Fotografía Labordeta: Carlosjuan.net